La búsqueda encontrada

El corazón siente en profundidad el baile de su dicha, el íntimo resplandor de la respiración, del ser palpitando en cada fibra de sentimiento, en cada infinitud silente del armónico sentir. Todo en el cuerpo se hace uno, integrado, unívoco, resoplando la energía de la conciencia tranquila y reposada. El cuerpo ya no es de nadie, la entidad individual se ha fundido en sus adentros sin tiempo y sin espacio, se ha evaporado en la inmensidad de la verdad callada, desvelada, aclarada en la cristalina estancia de un no-lugar que comprende todos los lugares y tiempos, todos los destinos y estancias, todos los sueños y realidades. El sonido del corazón brilla en el silencio; el Todo está aquí, abrazando, entregando y entregándose, cobijando al Ser.

La palabra, la vibración sagrada de la invocación, de la búsqueda de lo que eres, de la llamada genuina a tu interior perpetuo y deslumbrante, se acalla y penetra, sin voz, sin sombra, sin apariencias… ya liberada, calma y completa, enamorada de la eterna bienvenida a la dicha de tu Ser, a lo profundo de lo profundo, al inenarrable sendero del despertar. El sendero es el ahora. Todo saber se revela desde el más desbordante no-saber. El espíritu se ve, iluminándose. Es ya su amor encontrado, el matrimonio sagrado. Y en el misterio de su alegría primigenia e inocente, el espíritu se reconoce, sonríe y comprende, en lo hermoso de su quietud infinita y omnipresente, que siempre fue lo que es.

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